09Hay una pregunta que muchos se siguen haciendo: ¿qué es un emulador? Y la respuesta es bastante más sencilla de lo que parece. Un emulador es un software que permite reproducir el funcionamiento de una consola o sistema antiguo en un dispositivo moderno. Así, puedes jugar a títulos de la Super Nintendo, la PlayStation original, la Game Boy o incluso máquinas recreativas en tu ordenador, tu móvil o una Raspberry Pi. En otras palabras, es como tener cientos de consolas dentro de tu PC.

Pero más allá de la parte técnica, para mí los emuladores representan algo mucho más importante: una herramienta de preservación, de memoria y de acceso. Y sí, lo digo alto y claro: estoy completamente a favor de los emuladores.

No todo el mundo tiene una consola original… y no pasa nada

Mucha gente se escandaliza al oír hablar de emulación, como si fuera un tema tabú. Pero seamos realistas: no todos tenemos en casa una Sega Saturn funcionando, ni una Nintendo 64 con sus cables originales, ni cartuchos en buen estado. El tiempo pasa, el hardware se deteriora y, en muchos casos, simplemente es imposible conseguir o mantener esos dispositivos.

Los emuladores permiten que esos juegos, que de otro modo quedarían sepultados en el olvido o almacenados como piezas de museo, puedan seguir vivos. No estamos hablando solo de nostalgia, sino de preservación cultural. Porque los videojuegos también forman parte de nuestra historia.

Preservar no es piratear

Sé que este es el punto delicado. Pero también es el que más conviene aclarar. Usar un emulador no es lo mismo que piratear. De hecho, el emulador en sí no contiene juegos. Es simplemente el programa que recrea el sistema. Lo que haces con él ya es otra cosa, y ahí entra la cuestión de las ROMs, los archivos que contienen los juegos.

Ahora bien, muchas ROMs son imposibles de conseguir por vías oficiales. Hay juegos que no se reeditan, que no están disponibles en ninguna tienda digital y que han sido abandonados por sus propios creadores. ¿Qué opción nos queda entonces? ¿Dejarlos desaparecer? Yo prefiero poder volver a jugarlos, recordarlos, compartirlos. Y si eso significa tirar de una copia de seguridad o de un archivo preservado por la comunidad, pues bienvenido sea.

Si preservamos los videojuegos, las futuras generaciones podrán volver a vivir experiencias de forma activa

Gracias a los emuladores he vuelto a disfrutar de joyas olvidadas

No te imaginas la cantidad de juegos que he redescubierto gracias a la emulación. Títulos que jugué de pequeño y que creía inalcanzables. RPGs japoneses que nunca salieron en Europa, versiones de arcade imposibles de encontrar, o pequeñas maravillas que pasaron desapercibidas en su momento. Gracias a un emulador, esos juegos no están muertos. Siguen estando ahí, esperando a que alguien los descubra o los reviva.

Y esa es otra: los emuladores permiten jugar con filtros gráficos, mejorar la resolución, guardar la partida en cualquier momento, usar mandos modernos… No es solo revivir lo viejo, es darle una nueva vida.

Los emuladores también educan

Otro aspecto que me parece clave: los emuladores tienen un enorme valor educativo. Son herramientas fantásticas para programadores, desarrolladores, traductores de videojuegos y apasionados por el medio. Gracias a ellos se estudia cómo estaban hechos los juegos antiguos, cómo se optimizaban recursos, cómo se diseñaban niveles con límites técnicos muy duros. Es una ventana a una forma de hacer videojuegos que ya no existe.

Además, los emuladores han hecho posible que se traduzcan juegos que nunca salieron de Japón, que se recuperen prototipos cancelados, y que se documenten versiones perdidas de títulos históricos. Todo eso no sería posible sin esta tecnología.

Entonces… ¿qué es un emulador? Es memoria viva

Volvamos a la pregunta que da título a este artículo. ¿Qué es un emulador? Es una herramienta, sí. Pero para mí es, sobre todo, una máquina del tiempo. Un puente entre generaciones. Una forma de conectar con lo que fuimos, con lo que nos marcó, y también con lo que no pudimos vivir en su momento.

Puede que haya quien vea los emuladores como una amenaza, pero yo los veo como una oportunidad: para jugar, para aprender, para preservar y para compartir.

¿Cuántas joyas de nuestro pasado videojueguil se hubiesen perdido si no hubiese sido por la emulación?

No es nostalgia, es patrimonio

Hay quien reduce todo esto a una cuestión de nostalgia. Como si quienes defendemos la emulación estuviésemos anclados al pasado, como si todo esto fuera una moda pasajera. Pero no lo es. La emulación es una forma de proteger el patrimonio digital y cultural que hemos construido durante décadas.

Del mismo modo que se restauran películas clásicas o se digitalizan libros antiguos, emular un juego que ya no está disponible en ningún otro formato no es capricho: es responsabilidad. Porque si no lo hace la industria —que a menudo deja morir sus propias obras por desidia o por falta de rentabilidad—, entonces tendrá que hacerlo la comunidad.

Jugar también es recordar… y resistir el olvido

En un mundo que tiende a lo efímero, en el que las plataformas digitales eliminan contenidos sin previo aviso y los formatos físicos desaparecen a una velocidad alarmante, poder jugar hoy a un título de 1991 debería considerarse un pequeño acto de resistencia. Resistencia al olvido. Resistencia a que la historia del videojuego se escriba solo con lo que las grandes compañías decidan reeditar o mantener activo.

Yo he vuelto a jugar al primer Metroid, a Terranigma, a Metal Slug, a Chrono Trigger… no por nostalgia, sino por amor. Por el deseo profundo de no perder ese legado, de tenerlo presente y compartirlo con las nuevas generaciones.

El futuro del pasado está en nuestras manos

No sé si dentro de 20 años se podrá seguir jugando a los títulos que hoy salen en PS5 o Xbox Series. Pero estoy seguro de que, gracias a la emulación, aún podremos disfrutar de aquellos que definieron nuestra infancia o adolescencia. No es casualidad que muchos proyectos de emulación sean colaborativos, abiertos y sin ánimo de lucro. La preservación del videojuego, como la del arte o la literatura, es una tarea colectiva.

Y cuanto antes lo entendamos, antes dejaremos de ver a los emuladores como una amenaza y empezaremos a verlos como lo que realmente son: una forma de cuidar nuestra memoria digital.