Con Annapurna no existen los grises. O lo que hacen es brillante y memorable, o directamente mejor pasar de largo. En el caso de Donut County, estamos sin duda ante lo primero: un título que, aunque pueda parecer pequeño o incluso anecdótico, consigue atrapar de principio a fin. Y todo con una idea tan sencilla que parece mentira que funcione: ser un agujero en el suelo que se traga todo lo que encuentra a su paso. Sí, así de básico. Y sin embargo, pocas veces un concepto tan absurdo ha resultado tan divertido.
El juego no es precisamente reciente. Se lanzó en 2018, pero lo curioso es que muchos lo hemos descubierto después, gracias a servicios como Game Pass. A mí me pasó hace apenas unas semanas, navegando entre catálogos y sin saber muy bien a qué darle. Y de repente, zas, me topé con Donut County. Tres horas después, había caído por completo en su propuesta. Porque este es de esos juegos que empiezas sin demasiadas expectativas y terminas recomendando a todo el mundo.
La premisa más simple del mundo (y la más adictiva)
En Donut County encarnamos, literalmente, a un agujero. Sí, un agujero en el suelo controlado por un mapache con muchas ganas de expandir su reino a base de devorar absolutamente todo lo que encuentra. El jugador maneja ese vacío creciente que comienza engullendo objetos pequeños —tazas, piedras, arbustos— y acaba por tragar coches, casas y hasta montañas enteras.
La mecánica central no tiene misterio: cuanto más tragas, más creces; cuanto más creces, más puedes tragar.
Lo sorprendente es que algo tan elemental consiga enganchar tanto. No hay combos imposibles, ni sistemas de progresión enrevesados, ni un universo expandido que estudiar en wikis. Simplemente manejas un agujero que no deja de crecer. Pero ahí está la magia: en esa simplicidad tan bien ejecutada que no te permite soltar el mando.
El arte del feísmo con encanto
Si uno se queda solo con capturas de pantalla, Donut County podría parecer incluso un juego feo. Sus personajes tienen un diseño deliberadamente tosco, las texturas son planas y el colorido parece sacado de un boceto a medio hacer. Y, sin embargo, ese feísmo funciona de maravilla.
El estilo visual, lejos de buscar el realismo, abraza lo absurdo. Cada animación, cada gesto torpe de los personajes, cada línea de diálogo cargada de humor, contribuye a una atmósfera amable y casi entrañable. Es como si el propio juego te dijera: “no te tomes esto demasiado en serio, simplemente diviértete”. Y lo consigue.
Un guion ligero pero efectivo made in Annapurna
No esperes en Donut County una historia profunda o un trasfondo existencial. Aquí no hay dilemas morales ni personajes complejísimos. La trama es simple: dos adolescentes aburridos, un dron de por medio, y un mapache llamado BK que termina siendo la causa de todo el desastre.
Suena a tontería, y en el fondo lo es, pero funciona porque el tono del juego nunca pretende ser otra cosa. Es un guion ligero que se apoya mucho en diálogos con humor absurdo, en situaciones ridículas y en esa sensación de que todo se va de las manos sin que importe demasiado.
Jugabilidad pulida hasta el mínimo detalle
Aquí es donde Donut County da la sorpresa. Porque aunque su propuesta sea simple y hasta ridícula, todo funciona como un reloj.
El control es preciso, el crecimiento del agujero está medido al milímetro y los pequeños puzles que van surgiendo a medida que avanzas están diseñados con inteligencia.
No hay nada que chirríe. Cada nivel se siente fluido, cada objeto que tragas tiene el peso justo, y cada desafío aporta una variación suficiente para evitar la monotonía. Es cierto que el juego apenas dura unas tres horas, pero esas tres horas son un ejemplo perfecto de cómo exprimir una idea sin necesidad de alargarla artificialmente.
Muchos títulos con presupuestos mucho mayores y equipos de cientos de personas desearían tener esta solidez jugable. Y aquí está la gracia: Donut County consigue enganchar con lo mínimo, sin adornos innecesarios. Inconfundible sello de Annapurna.
Un juego de domingo… en el mejor sentido
No nos engañemos: Donut County no es un juego que vaya a cambiar tu vida ni a ocupar semanas enteras. Es un juego de domingo, de esos que coges en una tarde aburrida y terminas en una sola sentada. Pero precisamente ahí reside su encanto.
Si lo que buscas es una experiencia ligera, relajante y tremendamente divertida, este título cumple con nota. Es perfecto para esos momentos en los que no quieres complicarte con un RPG de cien horas ni con partidas competitivas llenas de tensión. Aquí vienes a abrir un agujero y tragar cosas. Y resulta que eso es suficiente para pasarlo en grande.
Annapurna y su particular sello
Hablábamos al principio de Annapurna, porque es imposible no hacerlo. La distribuidora se ha ganado a pulso esa fama de arriesgarse siempre con proyectos que no dejan indiferente. What Remains of Edith Finch fue un triunfo absoluto, Cocoon ha demostrado recientemente que siguen en plena forma, y al mismo tiempo han tenido tropiezos sonados como Twelve Minutes.
Donut County pertenece al primer grupo: es un acierto total. Un título que demuestra que Annapurna sabe apostar por propuestas raras, casi experimentales, y darles el empujón necesario para que encuentren a su público. Puede que no tenga la ambición narrativa de otros juegos del catálogo, pero sí comparte ese ADN de “probar cosas distintas y hacerlas bien”.
Si quieres más referencias externas, en Metacritic el juego recoge valoraciones bastante positivas que refuerzan la idea de que, a pesar de su sencillez, funciona de maravilla.
Un pequeño gran agujero
En definitiva, Donut County es la prueba de que no siempre hacen falta gráficos espectaculares, mundos abiertos interminables o tramas filosóficas para crear un buen videojuego. A veces basta con una idea loca, un diseño coherente y la valentía de llevarlo hasta el final.
Es un título que te puede solventar una tarde de aburrimiento, sí, pero también es un recordatorio de que los videojuegos son, ante todo, diversión. Y si hay algo que define a este juego es precisamente eso: la capacidad de arrancarte una sonrisa mientras tragas casas enteras con un agujero que no deja de crecer.
Con Donut County, Annapurna vuelve a demostrar que, cuando aciertan, lo hacen por todo lo alto. Puerta grande, sin discusión.
Porque con una premisa absurda, un diseño peculiar y una jugabilidad impecable, logra enganchar y divertir sin artificios ni largas horas de juego.
A tope
- Jugabilidad adictiva
- Estilo visual único
- Experiencia corta pero completa
Meh
- Historia superficial
- Duración limitada
- No apto para quienes buscan retos complejos
-
Historia
-
Jugabilidad
-
Progresión
-
Gráficos
-
Sonido