Hay nombres que todo amante de los videojuegos reconoce de inmediato, aunque a veces no sepa ponerles cara. Uno de ellos es el de Hironobu Sakaguchi, el creador de Final Fantasy y una de las figuras más influyentes del rol japonés. Para quienes crecimos con espadas legendarias, invocaciones imposibles y bandas sonoras inolvidables, Sakaguchi no es solo un desarrollador: es parte de nuestra historia personal.

De Hitachi al mundo

Sakaguchi nació en 1962 en Hitachi, una ciudad industrial al noreste de Tokio. Empezó a estudiar ingeniería eléctrica en la Universidad de Yokohama, pero en 1983 abandonó la carrera para unirse a una pequeña empresa de software llamada Square, por entonces una subsidiaria de Den-Yu-Sha, dedicada a publicar pequeños juegos para PC.

Lo curioso es que Sakaguchi no empezó como diseñador ni director. Al principio fue programador, realizando tareas menores en proyectos sin demasiado impacto. Pero pronto empezó a mostrar un talento especial para las historias, para crear mundos, personajes y tramas que engancharan más allá del gameplay. Ese fue su primer gran diferencial.

El origen de Final Fantasy

La historia es conocida y, aunque ha sido algo mitificada con el tiempo, sigue teniendo fuerza: Final Fantasy nació como un último intento de éxito antes de abandonar la industria. De ahí el título. En 1987, Sakaguchi, junto a un pequeño equipo, lanzó el juego para NES. Nadie esperaba gran cosa, pero funcionó. Y vaya si lo hizo. En Japón fue un éxito inmediato, y su versión para occidente no tardó en llegar.

Lo que hizo especial a Final Fantasy fue la combinación de combate táctico, exploración y una historia con peso emocional, algo poco habitual en los RPGs de la época. Sakaguchi entendió que el jugador podía implicarse más si los personajes tenían motivaciones, si los mundos estaban bien construidos, si había drama, humor, épica.

Final Fantasy no solo salvó a Square, sino lanzó la carrera de Sakaguchi
Imagen extraída de Flickr

El ascenso de Square y el dominio del JRPG

Durante los años 90, Sakaguchi se convirtió en la figura clave de Square, transformando una empresa modesta en una superpotencia creativa. Fue productor y supervisor de joyas como Final Fantasy IV, V, VI, el legendario VII, VIII y IX. Cada entrega incorporaba nuevos conceptos, mejoras técnicas, temas más maduros. Especialmente Final Fantasy VI y VII marcaron un antes y un después, demostrando que el videojuego podía ser también una forma de arte.

No solo se centró en Final Fantasy: participó también en el desarrollo de Chrono Trigger, Parasite Eve o Vagrant Story, entre otros. Aunque no siempre aparecía como director, su influencia narrativa era evidente. Muchos en Square decían que, si había alguien capaz de transformar ideas dispersas en un universo coherente, era él.

El golpe de Final Fantasy: La fuerza interior

En 2001 llegó el primer gran revés. Sakaguchi impulsó un proyecto que llevaba años rondándole la cabeza: hacer una película de animación hiperrealista basada en el universo de Final Fantasy. El resultado fue Final Fantasy: La fuerza interior, una película técnicamente innovadora, pero que fracasó en taquilla. El descalabro económico fue tan grande que afectó seriamente a Square (y contribuyó a su fusión posterior con Enix).

Sakaguchi asumió la responsabilidad del fracaso y abandonó la compañía poco después. No es que se retirase: necesitaba otro camino, lejos de las grandes corporaciones y más cerca del desarrollo puro.

Mistwalker: volver a empezar

En 2004 fundó Mistwalker, su estudio independiente. Su primer gran proyecto fue Blue Dragon (2006), una colaboración con Akira Toriyama (Dragon Ball) y el compositor Nobuo Uematsu. Le siguieron Lost Odyssey (2007), considerado por muchos como el verdadero heredero del Final Fantasy clásico, y The Last Story (2011), otro JRPG con elementos innovadores en el combate.

Aunque estos títulos no tuvieron la repercusión comercial de los grandes triple A, mostraban que Sakaguchi seguía siendo fiel a sus principios: historias humanas, mundos sólidos, personajes con alma. No buscaba tanto vender millones como seguir creando. Y eso se nota.

Sakaguchi heredó todo lo aprendido con Final Fantasy y lo mostró en Lost Odyssey
Lost Oddyssey, el primer gran hito de Mistwalker. Flickr

Sakaguchi hoy: Terra Battle, Fantasian y el regreso a lo íntimo

En los últimos años, Sakaguchi ha explorado formatos más pequeños. En 2014 lanzó Terra Battle, un juego de estrategia por turnos para móviles, que atrajo una base fiel de jugadores y mantuvo el estilo visual característico de Mistwalker. Pero su último gran proyecto ha sido Fantasian (2021), un RPG exclusivo de Apple Arcade con una dirección artística basada en dioramas físicos escaneados en 3D.

Fantasian es, en cierto modo, un homenaje a su trayectoria. Dividido en dos partes, con música de Uematsu y combates clásicos por turnos, representa un regreso a las raíces, pero con una madurez y un estilo visual únicos. Sakaguchi lo considera uno de sus trabajos más personales. En entrevistas recientes, ha dejado entrever que quizá sea su último gran juego.

Anécdotas, fracasos y humanidad

Una de las anécdotas más comentadas sobre Sakaguchi es que, durante el desarrollo de Final Fantasy VII, muchos en el equipo querían ambientarlo en un mundo de fantasía medieval, mientras que él insistió en darle un aire más industrial y moderno. Esa decisión marcó profundamente el tono de la saga a partir de entonces.

También es conocido por su gusto por el surf, algo que le ha acompañado durante toda la vida. Vive en Hawái desde hace años, donde combina su pasión por el mar con el desarrollo creativo. No es el típico perfil de desarrollador encerrado en una oficina: Sakaguchi siempre ha buscado equilibrio.

Y sí, ha tenido juegos que no funcionaron. ASH: Archaic Sealed Heat (2007), un SRPG para Nintendo DS, fue ambicioso pero pasó sin pena ni gloria. Tampoco Terra Battle 2 cuajó como se esperaba, cerrando sus servidores poco después del lanzamiento. Pero incluso en sus fallos, hay riesgo, intención y estilo.

Un legado vivo

Hablar de Final Fantasy es hablar de Sakaguchi. Aunque ya no forma parte de la franquicia, su huella es imborrable. Creó personajes como Terra, Cloud, Zidane o Tidus; escribió historias que muchos aún recordamos con emoción. Inspiró a estudios enteros y demostró que los videojuegos pueden hacernos sentir, no solo entretener.

 

Hoy, con más de 60 años y lejos del ritmo frenético de la industria, Hironobu Sakaguchi sigue siendo una figura respetada y querida. Para muchos de nosotros, es uno de los grandes. Y su legado, como las mejores fantasías, no se desvanece.